martes, 28 de agosto de 2012

domingo, 17 de octubre de 2010

¿Aún aquí?


¿Aún aquí?. ¿Aún enredado?. Los barcos parten y navegan con el viento favorable. Pero después del último naufragio, cuando desperté, caí en la redes. Aunque en ellas me refugio, todavía escucho los ecos de los días alegres, de la audacia, de la poesia, del amor... Dios de los Vientos, dadme fuerzas para desatarme y coger el próximo barco que emprenda rumbo hacia tierras generosas. Y favorece que se hichen sus velas. Entonces, seguiré los consejos.

Hamlet. Acto I. Polonio a Laertes en presencia de Ofelia.

¿Aún aquí? ¡Por Dios, a bordo, a bordo!
El viento ya ha hinchado tus velas, y están
esperándote. Llévate mi bendición
y graba en tu memoria estos principios:
no le prestes lengua al pensamiento
ni lo pongas por obra si es impropio.
Se sociable, pero no con todos.
Al amigo que te pruebe su amistad
sujétalo al alma con aros de acero,
pero no embotes tu alma agasajando
al primer conocido que te llegue.
Guárdate de riñas, pero, si peleas,
haz que tu adversario se guarde de ti.
A todos presta oído, tu voz, a pocos.
Escucha el juicio de todos y guárdate el tuyo.
Viste cuan fino permita tu bolsa,
más no estrafalario, elegante, no chillón,
pues el traje suele revelar al hombre,
y los franceses de rango y calidad
son de suma distinción a este respecto.
Ni tomes ni des prestado, pues dando
se suele perder pretamo y amigo,
y tomando se vicia la buena economía.
Y, sobre todo, sé fiel a ti mismo,
pues de ello se sigue, como el día a la noche,
que no podrás ser falso con nadie.
Adiós, mi bendición madure esto en ti.

domingo, 6 de junio de 2010

Atticus y su maestro

Atticus: hombre bueno!



"Los que no miden las cosas más que por el lucro y la utilidad y no quieren admitir la preponderancia de la honestidad, éstos suelen comparar lo honesto con lo que estiman serles útil, cosa que no hacen los hombres buenos"

"... nunca estaba menos ocioso que cuando estaba ocioso ni menos sólo que cuando estaba sólo..."

"No dejó pasar infructuosa esa soledad..."

(Sobre los deberes./ Marco T. C.)

domingo, 23 de mayo de 2010

Como Nicolas Cage en Leaving Las Vegas, pero sin rubia maja...

Ya es por la noche, con pocas estrellas y una luna que engaña en el cielo de la sierra en primavera. Un poco de calor en la buhardilla, tampoco mucho. Un rato para escribir. Ya era hora que te pusieras. Hace tanto... Sensaciones diferentes a las de ese “hace tanto”. Quizás uno no ha cambiado mucho por dentro, pero todo lo de alrededor sí. Y entre ese alrededor uno se pierde, se esconde, y no aparece. Quizás por eso estoy escribiendo. Para aparecer.

Pero, al aparecer..., ¿eso soy yo?. Cuando hace años escribía en noches como esta, escribía a través de lágrimas pero al final, siempre había el canto de esperanza. Sí, las lloraba como un río (a ellas), pero caminando dylanianamente hacia ser irresistible. Y si no, el viento me llevaría. “Tristes hombres, si no mueren de amores, tristes, tristes”...

Ahora, ni he muerto de amores (aunque tampoco anduve lejos del todo) ni me ha llevado el viento (al menos todavía), y para remate, en la práctica se me hizo realidad aquello de “te echaba de menos hasta que supe donde podía encontrarte: en la habitación de otro”. Y para sobrevivir, lo de siempre... La tele será “mu mala”, pero si no hubiera tele, no se yo lo que haríamos muchos... Claro, que habría cosas que mejor que no existieran, como los tertulianos políticos y otras mezquindades. Nos enredamos en todo eso. La tontería reinante entre la crisis. ¿No hay otras cosas interesantes en este mundo?. Siempre las hubo, pero es como si ahora costara más encontrarlas. Lo mismo pasa conmigo, me cuesta más encontrarme...

Y si ya no hay esperanza, ¿como terminar lo que escribo?. Siempre podría haber finales poéticos. En Soria poniendo una flor cada día a Leonor; sumergido en el vino amigo en mi habitación; en las Batuecas cantando salmos; en París durmiendo entre cartones; como huésped de una pensión del Madrid antiguo esperando cada día los ricos platos de la patrona (¿o ya no hay patronas?); como Clint Eastwood montando un bar al final de Million Dollar Baby (falla la boxeadora...); vagabundeando por Londres toqueteando mi guitarra; en Sudamérica traficando con esclavos (¿no hizo eso Verlaine?, ¿o fue Rimbaud?); como Nicolas Cage en leaving Las Vegas (pero sin rubia maja);... Quizás alguna se haga realidad. Aunque siempre podría ser peor..., ¿o también mejor?. Dejémoslo que ya son las tantas y mañana hay que ir a trabajar. Y el final, como el de Perdidos (esta madrugada), está todavía, por ver.

domingo, 9 de mayo de 2010

Color en el blanco (haciendo mía parte de la letra de Sergio Makaroff)

Color en el blanco

Me gusta escribir una carta por día y hay veces que escribo tres
son para mí, aunque mientras estoy escribiendo yo pienso en tí,
yo pienso en tí...
tengo siempre repleto el buzón, la maldita propaganda
¿cuántas pizzas me quieren traer?

cada cien cartas que mando recibo una y es de mamá
y no es que le guste escribir: es que es mi mamá

preparo un té y elijo la música exacta para empezar
es un ritual de dibujos de tinta que pueden cruzar el mar
el mar y las montañas
mi amigo se burla de mí, me dice “Guille, a ver cuándo escribes”
yo me río y le digo que sí, que estoy a punto de decidirme

cada cien cartas que mando recibo una y es de mamá
la gente está tan ocupada, ¿qué es lo que hará?

se va a acabar lo de tantos papeles viajando de aquí para allá
en tiempos de fax, soy el penúltimo mohicano de la era postal
el último mohicano.
soy el loco que junta papel, vivo reciclando
octavillas del bar Sidecar, siempre estoy almacenando.

cada cien cartas que mando recibo una y es de mamá
mis amigos no tienen tiempo, ya escribirán

me gusta escribir, desde chico lo hago con cierta facilidad
me gusta escribir aunque no tenga nada importante para contar
nada importante
cuando tengo enfrente el papel, veo color en el blanco
el bolígrafo es como un pincel, es él el que me va llevando

cada cien cartas que mando recibo una y es de mamá
y aquí estoy sentado esperando, en el Sidecar
estoy esperando sentado en el Sidecar

sábado, 27 de marzo de 2010

Lisbeth Salander y Pippi Calzaslargas



Algo leí sobre que el autor de "Los hombres que no amaban a las mujeres" y los otros 2 de la trilogía, había pensando en Pippi Calzaslargas a la hora de crear al querido personaje de Lisbeth Salander. Si fue así, ¡bien pensado!. Dos mujeres-chicas-niñas que siguen su propio camino. De Lisbeth sabemos su historia. De Pippi no me acuerdo mucho (creo recordar que contaba que su padre estaba en los mares del sur...). Bueno, al fin y al cabo, dos que saben ser libres, diga lo que diga la sociedad, al margen del poder y de la tontería reinante. Y que saben beberse la parte más maravillosa de la vida, a veces en soledad y aunque "todos les apunten con el dedo; quiero y no puedo". Dos Juanas Salvadoras Gaviotas al fin y al cabo. Como dice en la solapa del tercer libro de Millenium, cuando lo terminamos, nos quedamos con un gran vacio. Lisbeth cuanto nos gustaría que siguieras con los lobos esteparios.

Y desde aquí, la admiración al autor de Millenium, Stig Larsson. Muy poco sé de él. Dicen que era una activista comprometido contra la intolerancia. Y nos dejó esa trilogía que ya por si sóla da sentido a una vida. Brindamos a tu salud Stig. A la de Pippi Calzaslargas y a la de Lisbeth Salander.

domingo, 21 de marzo de 2010


Llamando a las Puertas del Cielo (y no me abren), aunque supongo que echándole paciencia acabarán abriendo, aunque sólo sea para preguntar que coño quiero. Bueno, nada, sólo un poco de calorcito...

Abro hoy este blog (quien me lo iba a decir a mi), hoy 21 de marzo del 2010. Ayer entró la primavera.Podía haber sido hoy (me gusta el 21). Y hace 5 días cumplí 51 (uff, cuantos!). A ver si llegamos más allá del otoño, llenándose poco a poco de esas cosas maravillosas que hacen la vida tan interesante. Sí, me refiero tanto al blog como a mi. "Incipitum vita nova". A ver si es verdad...

Y como es bueno empezar con un buen compañero de viaje. Empezaré con ese viejo amigo que tantas veces me acompaña (aunque él, ni lo sabe ni le importa; ¡es así!). El viejo gruñón Dylan. Otro que se pasa el día llamando...